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Por Luis Gutiérrez Esparza

En el Palacio de las Naciones de esta milenaria ciudad suiza junto al lago Leman, se habla, se negocia, se buscan consensos para eliminar definitivamente la amenaza del holocausto nuclear que pende sobre la humanidad. Sin embargo, hay temas inevitables que también exigen atención y son comentados en los pasillos y en los lugares de reunión. Las elecciones en Venezuela, la crisis de Corea y el atentado en Boston suscitan comentarios y análisis.

Conforme al muy conocido libreto de las llamadas revoluciones de colores, tras el reciente proceso electoral presidencial venezolano, que culminó con el triunfo de Nicolás Maduro, se puso en marcha una campaña deslegitimadora que gira en torno a los alegatos del candidato derrotado, Henrique Capriles Radonski, de que hubo un cúmulo de irregularidades y, en consecuencia, un resultado fraudulento.

El criterio de los observadores internacionales coincidió en señalar la normalidad de un sistema que fue calificado en 2012 por el ex presidente estadunidense Jimmy Carter como “el mejor del mundo”. Es interesante observar que las descalificaciones coincidentes con Capriles fueron dadas a conocer por personajes de notoria coincidencia político-ideológica, como el español Agustín Díaz de Mera, del gobernante Partido Popular, claramente identificado como derechista y neofranquista.

El concepto de revoluciones de colores fue acuñado para definir las revueltas ocurridas en el espacio postsoviético durante el periodo 2003-2005; posteriormente se incorporó al análisis político en calidad de definición de un fenómeno cada vez más generalizado, que forma parte de la estrategia de intervencionismo hegemónico estadunidense en todo el mundo.

Los grandes consorcios mediáticos internacionales han contribuido a la difusión de una imagen muy idealizada de este fenómeno, al etiquetar a los presuntos revolucionarios como jóvenes reformistas y democráticos, que se rebelaban contra los regímenes autoritarios herederos de la Unión Soviética y que buscaban alejarse de la influencia de Moscú y abrirse al occidente.

Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Dichos movimientos iniciaron sus acciones en zonas del espacio postsoviético en las que Estados Unidos tiene intereses prioritarios, con participación de actores transnacionales, variable que explica suculminación exitosa en unos casos y su fracaso en otros.

Esos actores ligados a Washington —agencias gubernamentales de cooperación internacional como la USAID, que encubre operaciones de la CIA; fundaciones como la National Endowment for Democracy (NED); e incluso algunas supuestas organizaciones de la sociedad civil—, apoyan a los grupos de oposición más conservadores —aunque no aparezcan inicialmente como tales— en los países con interés geoestratégico para la doctrina militarista y expansionista del complejo militar-industrial estadunidense; y buscan ventanas de vulnerabilidad, que en el caso venezolano, sería la polarización surgida a raíz de la muerte del presidente Hugo Chávez.

La apuesta estadunidense al apoyar a Capriles, buscaba capitalizar un presunto descontento popular generalizado, que movilizaría a grupos de acción pública, incluso violentos, para forzar la anulación del proceso electoral, de manera legal o por la fuerza. Sin embargo, la comunidad internacional sabe perfectamente —y así lo han comentado delegaciones de virtualmente todos los continentes en el Palacio de las Naciones en Ginebra—, que una revolución de colores en Venezuela desestabilizaría peligrosamente no sólo al país, sino a toda la región.

La opinión pública internacional ha sido engañada por montajes político-propagandísticos, generosamente financiados desde Washington, a causa de la confusión entre los términos multitud y pueblo: las “masas” que se ven en los noticieros, por ejemplo, aparentan ser una legítima expresión popular, cuando en realidad puede tratarse de contingentes comprados. Así ocurrió con el espectáculo en la Plaza Tahrir de El Cairo, donde algunas decenas de miles de personas suplantaron a la totalidad del pueblo egipcio.

Acciones

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Autor: Antonio Aponte

La oligarquía, sin recato de ninguna especie, amparada en la legalidad burguesa, despliega un golpe artero. La situación es de extrema gravedad. La cabeza de puente gringa, siguiendo instrucciones de otto reich y conocedores de que no hay victoria por la vía electoral, decidió el camino paraconstitucional. Suenan los tambores de guerra, las señales son claras.

José Vicente Rangel, un hombre ecuánime, demócrata probado en años de consecuencia con sus creencias, alejado de cualquier estridencia, escribe en su columna “El Espejo: (al sector de la derecha) “Nada lo disuade: todo lo atornilla en esa actitud demencial.

Las derrotas sufridas en todos los frentes, militar, electoral, político, ideológico, más bien los radicaliza. Ante el fracaso político-electoral del 7-O y 16-D de 2012, reaccionaron con más agresividad y más reiterativos en el mensaje catastrofista. Incluso, más convencidos de que no tendrán éxito por la vía electoral y que, por consiguiente, lo que se impone es desestabilizar mediante el bombardeo mediático, y su objetivo final, el golpe del tipo que sea”.

José Vicente sabe lo que dice, recordemos que era Ministro de la Defensa en aquel abril. Si sumamos a esta acusación directa el paso de los adecos de “nuevo tiempo” que dan una rueda de prensa con un presunto plan de movilización popular usando al ejército, lo que es un absurdo y tiene clara intención de dividir a los militares y justificar la asonada, es para ponerse alerta.

Ahora bien, las declaraciones francamente golpistas de capriles, rodeado de su comando, que recuerdan aquellos actos en la Quinta Esmeralda, disipan cualquier duda. No era un acto electoral, era una declaración de guerra al mejor estilo gringo. Habló de un supuesto Ministro de la Defensa, un General activo que estaría listo para asumir, convocó a la FANB a desconocer la legalidad, desconoció al CNE.

¿Qué hacer?

Los bolivarianos tienen el deber de defender a la Patria, ya no hay tiempo ni lugar para otra consideración, estamos frente a la concreción de una anunciada agresión dirigida desde Estados Unidos.

Debemos trabajar en dos frentes:

Uno, las elecciones que no debemos descuidar, es necesario hoy más que nunca ganar por paliza, el voto es una participación en la defensa de la Patria, todo el que ame esta tierra debe ir a votar por la soberanía, por Chávez, por Nicolás.

Dos, la resistencia a la agresión, cuando ellos pasen a la fase física entonces no habrá más ley que la defensa de la Patria, de la Revolución. Que se olviden los oligarcas del jueguito de salirse de la legalidad, como cuando asesinaron a Chávez, y después volver a ella con ilusión de elecciones para seguir agrediéndonos.

Si se salen, no volverá la legalidad burguesa, profundizaremos, cambiaremos todo vestigio del capitalismo, de su cultura, de su legalidad, de sus relaciones económicas. No habrá más ley que la defensa de la Patria, la construcción del Socialismo, del capitalismo no quedará piedra sobre piedra. Ya basta de agredir impunemente.

¡Con Chávez, con Nicolás, defenderemos la Patria!

 

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Indira Carpio Olivo y Ernesto J. Navarro

Justo cuando Datanálisis -encuestadora con marcada tendencia opositora- publica que la diferencia en intención de voto entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles a la presidencia, es de 14 puntos (1), en entrevista con La Brújula del Sur (2) el sociólogo estadounidense James Petras, revela que desde la Casa Blanca no se hacen ilusiones con derrotar al chavismo, en la contienda electoral de abril próximo.

Según Petras, en EEUU esperan lavar su cara y por lo menos perder por entre 10 y 15 puntos de diferencia, porque más de eso representaría la atomización de la oposición al Gobierno Bolivariano.

Un margen de 30 puntos, por encima del candidato opositor, desmoralizaría a los simpatizantes de la derecha nacional e internacional, en opinión del también profesor estadounidense. Su apuesta es por una “derrota respetable” para que la oposición continúe siendo el músculo “tirapiedras” contra el gobierno.

Esta jugada explicaría la injerencia del Departamento de Estado, a través de las declaraciones de Roberta Jacobson, en días recientes. También justificaría la publicación de la referida encuesta.

Contradiciendo lo que declara el gobierno de Obama, Petras estima que el sistema electoral venezolano, según la opinión de diversos organismos internacionales, entre los que incluye el estadounidense Centro Carter, es confiable, cosa que no ocurre con el sistema estadounidense en el que la ciudadanía sufre las trabas de un régimen tramposo.

El sociólogo dice que es rutina que el gobierno usamericano intervenga en las elecciones en Venezuela. Pero “los votos son más fuertes que los dólares”, explica luego de poner sobre la mesa que la forma implícita de favorecer a Capriles es financiando su campaña a las presidenciales.

Advierte sobre el peligro que corre la vida del propio candidato de la derecha venezolana y los hechos de violencia que pueden generar para desestabilizar el proceso electoral y político, en la nación.

Para el profesor emérito de la Universidad de Binghamton, el presidente “Chávez demostró que hay alternativas al neoliberalismo … que a pesar de la crisis se puede continuar con los programas sociales, una propuesta, una práctica insólita para este mundo”. Sentencia “Chávez queda como legado, como alternativa viva, no sólo en el corazón del pueblo venezolano, sino en todo el mundo”.

Fuente: Contrainjerencia.