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Dr. Salvador Capote

El costo de las guerras imperiales y de los delirios de hegemonía global son incalculables. El Premio Nobel de Economía, el norteamericano Joseph Stiglitz, calculó en tres trillones de dólares el costo de la guerra en Irak, a lo que habría que añadir otros 2 trillones para cubrir los gastos invisibles como es la atención médica y la asistencia social, de por vida, a los miles de soldados que regresan lisiados o con traumas mentales.

El presupuesto de guerra de Estados Unidos superó en 2008, por primera vez en la historia, el trillón de dólares. Los gastos de defensa se duplicaron, paradójicamente, desde la terminación de la guerra fría. Alrededor de un 40% del presupuesto es «black», es decir, corresponde a proyectos secretos, clasificados, que escapan a todo control institucional.

El presupuesto militar de Estados Unidos supera la suma de los de China, Rusia, Francia, Reino Unido, Japón, Alemania, Italia, Corea del Sur y la India. No hay que ser economista para comprender que estos gastos son insostenibles.

Este criterio es compartido por la mayoría ade los economistas norteamericanos. ¿Por qué, entonces, Estados Unidos continúa hundiéndose con el peso de sus gastos militares?. Son varios los factores y trataré de explicar muy brevemente los principales:

1.- El mito generalizado de que la industria militar es fuente de numerosos empleos. Por el contrario, la priorización de la industria militar en la utilización de los recursos humanos y materiales, determina que los sectores productivos de la industria pierdan sus mejores cuadros, la infraestructura no se renueve al ritmo necesario, las innovaciones tecnológicas se retrasen y, a la larga, la industria nacional pierda competitividad frente a la extranjera, se pierdan mercados y desaparezcan muchísimos más empleos que los que crea la industria militar.

2.- Cuando el complejo militar-industrial intenta la aprobación por el Congreso de un gran  proyecto militar como, por ejemplo, la fabricación de un nuevo tipo de bombardero, ofrece subcontratos en el mayor número posible de Estados y distritos electorales de la nación. El congresista que se oponga al proyecto será acusado ante sus electores de oponerse a la creación de nuevas fuentes de trabajo. Esto explica por qué, generalmente, a pesar del gasto adicional que encierra, la fabricación de piezas para un mismo proyecto se distribuye entre todos los Estados del país.

3.- Además del presupuesto del Departamento de Defensa, hay otros numerosos gastos militares camuflados en los presupuestos de los departamentos de Estado, Tesoro, Energía, CIA, Veteranos, Seguridad Nacional, y otras muchas agencias, por lo que el interés en mantener altos presupuestos militares abarca a gran número de sectores dentro y fuera del gobierno.

4.- La corrupción existente entre los altos oficiales de las fuerzas armadas, los ejecutivos civiles de la industria armamentista y políticos sin escrúpulos en busca de reelección.

5.- Un ejército de cabilderos trabaja para obtener los votos de los congresistas, ofreciéndoles sustanciales contribuciones a sus campañas electorales, subcontratos para sus distritos, cargos de ejecutivos en las corporaciones o, inclusive, sobornos sin tapujos.

6.- Estados Unidos es el mayor vendedor de armas en el mundo. Esta venta de armas establece un círculo vicioso. La venta de un tipo de armas exige la creación de un modelo de ese mismo tipo pero más avanzado. Por ejemplo, más de 4,000 aviones F-16 han sido vendidos o entregados a gobiernos extranjeros y se argumenta que Estados Unidos necesita ahora un avión supuestamente superior, como el F-22, o el F-35 Joint Strike Fighter, para enfrentar eventuales ataques a Estados Unidos con su propio F-16. De este modo, la venta de armas en el extranjero genera demandas artificiales de nuevas, más poderosas y, por supuesto, más costosas armas.

7.- Miles de generales, coroneles, almirantes y otros altos oficiales retirados trabajan como ejecutivos o asesores en las industrias de guerra y ofrecen a las corporaciones su influencia en el Pentágono, en el Congreso y en otras instancias para la promoción de nuevos proyectos.